LA TORRE DE DON FADRIQUE, AL FIN RECUPERADA UNA ELEGANTE Y LEGENDARIA TORRE

LA TORRE DE DON FADRIQUE

I. HISTORIA Y LEYENDA

Con Fernando III se unificaron los reinos de Castilla y León al recibir el reino de Castilla a los dieciocho años de edad, tras la abdicación de su madre Berenguela I, y el reino de León de su padre Alfonso IX cuando tenía treinta años.

Fernando III, se casó con Beatriz de Suabia, nieta de Federico I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Él tenía veinte años y ella catorce. Beatriz murió a los treinta años con diez hijos en el mundo. El mayor de ellos heredó la corona de Castilla y León, fue el rey Alfonso X, el Sabio. De su segundo hijo, Ortiz de Zúñiga en sus “Anales” nos dice que “fue el preferido en el amor de su madre, que lo deseó sucesor de sus Estados paternos de Alemania, cuyo derecho pretendía, pero fue poco grato a su hermano el Rey”. Nació en 1223 y fue bautizado con el nombre de Fadrique, una castellanización del nombre de su abuelo Friedrich.

Don Fadrique combatió junto a su padre en las conquistas de Córdoba y Sevilla. En el repartimiento de las propiedades de los vencidos que se produjo tras la conquista de Sevilla, recibió un conjunto de casas y huertas en la collación de San Lorenzo, junto a la puerta de Bibarragel, en las proximidades del río Guadalquivir, y allí fue donde dicen algunos historiadores que construyó su palacio. Otros opinan que nunca llegó a existir tal palacio, sino que se mantuvo la agrupación de casas y huertas. Pero de lo que no queda ninguna duda es de la torre que edificó en aquel lugar ya que todavía hoy, siete siglos y medio después, podemos contemplarla. El motivo por el que levantó esta construcción aislada, sin ningún nexo de unión con ese hipotético palacio o a las casas de su alrededor, es un misterio.

En estas notas me quedo con una de las respuestas a dicho misterio, una respuesta que no contemplan los historiadores pero que tiene todo el encanto de las leyendas populares. Nombres y fechas y el contexto general tienen cierto rigor histórico, pero lo que ocurrió dentro de esa torre sólo los protagonistas llegaron a saberlo.

El rey Fernando enviudó en 1235 y dos años después se volvió a casar, tenía en aquel momento treinta y ocho años de edad. Fue un matrimonio a instancias de su madre doña Berenguela a quien le preocupaba su viudez “queríalo en todo exento de los riesgos humanos” y para ello eligió por razones de estado a la noble francesa Jeanne (Juana desde su boda con el rey) Dammartín, hija de los condes de Ponthieu y de Montreuil y biznieta de Luis VIII de Francia.

El Arzobispo don Rodrigo dijo de ella “Esta reina de tal manera floreció en belleza, sabiduría y modestia, que igualmente fue agradable por sus virtudes a su esposo y aceptada delante de Dios y de los hombres”

La nueva esposa del rey tenía sólo diecisiete años, una edad bastante similar a la de los hijos mayores del rey Fernando y veinte años menos que su marido, con el que tuvo cinco hijos, una de ellos, Leonor, llegó a ser reina de Inglaterra al casarse en 1254, en el monasterio de las Huelgas de Burgos, con el príncipe Eduardo de Inglaterra, que posteriormente sería coronado como rey Eduardo I.

El matrimonio de Fernando III con la noble francesa duró quince años.

El rey, que posteriormente sería santificado, murió en 1252, cuando contaba con 53 años de edad. Casi todos sus hijos acudieron a los funerales. También lo hizo don Fadrique, que tuvo que desplazarse desde el frente de Málaga.

Hacía años que se encontraba fuera de Sevilla ocupado en contiendas militares o realizando funciones de representación de su padre, el rey, ante la corte del Sacro Imperio, donde trataba de recuperar del emperador Federico II los bienes de su fallecida madre Beatriz de Suabia. Durante una de sus estancias en Roma, don Fadrique se casó con Beatriz de Malespina con quien tuvo una hija en 1242, y de quien existen muy pocas referencias biográficas por lo que es posible que el matrimonio tuviera una muy corta duración.

Nada más reencontrarse el infante con su madrastra, solo tres años mayor que él, sintió una fuerte atracción por ella.

Don Fadrique no se reincorporó a sus misiones militares tras los funerales. Permaneció en Sevilla obsesionado por conquistar a la viuda de su padre.

Ordenó construir en sus terrenos de San Lorenzo una elegante y misteriosa torre de aires italianos. Contaba con elementos románicos (prácticamente inexistentes en Sevilla) y góticos. Nadie lograba entender el sentido de esta esbelta torre, ya que la razón que argüía el infante era que se trataba de un elemento de defensa de sus propiedades y de la ciudad, cosa que no parecía tener mucho sentido en un enclave situado intramuros de la ciudad y junto al río. Tampoco parecía corresponder a ese fin la estética de la propia torre con sus hermosas ventanas románicas en el segundo cuerpo y góticas en el tercero.

Parece que don Fadrique pretendía utilizar la torre para conseguir los favores de la reina viuda. Doña Juana era muy aficionada a la cetrería y el infante la construyó para ofrecérsela para que desde su azotea almenada, un lugar privilegiado, pudiera lanzar sus halcones y disfrutar viendo el vuelo de los mismos y los lances entre las palomas y las rapaces. Íntimamente también buscaba un lugar discreto que propiciara sus encuentros con la viuda de su padre.

Juana Dammartin (o Juana de Pointhieu) aceptó el ofrecimiento del infante y comenzó a ir con sus aves de cetrería a la torre para disfrutar de su gran afición, pero, pronto, también comenzó a disfrutar de la compañía de don Fadrique y a corresponder a su amor.

Las visitas a la torre fueron cada vez más frecuentes. Terminó convirtiéndose en el lugar de apasionados y secretos encuentros entre la madrastra y el hijastro.


Fadrique 1

Como era de esperar, el secreto de esta relación, no pudo mantenerse demasiado tiempo. Muy pronto fue la “comidilla” de la corte. El escándalo iba tomando proporciones descomunales. Cuando la reina viuda acompañada de un reducido séquito recorría las calles y plazas de la ciudad que separaban su residencia en el Alcázar de la torre de don Fadrique, los propietarios de las casas por las que iban pasando cerraban puertas y ventanas a su paso, en señal de repulsa por la conducta de la viuda del conquistador de Sevilla. No era solamente el pueblo, también la iglesia, la familia real, la nobleza y el propio hermano de don Fadrique, el rey Alfonso X, rechazaban de plano esta relación. Desapareció la admiración por la “belleza, modestia, sabiduría y virtudes” de la reina viuda que proclamó en su día el arzobispo don Rodrigo.

Juana Dammartin, tratando de reconciliarse con todos, organizó el día de San Juan de 1255 una fiesta en el Alcázar con motivo de su onomástica. Cursó varios cientos de invitaciones a nobles, caballeros veinticuatro, maestres de órdenes, autoridades eclesiásticas y también a algún miembro de la familia real que todavía permanecía en Sevilla, después de que Alfonso X trasladara la corte a Toledo, dicen que para no ver algo que le desagradaba profundamente: La relación de su hermano con la viuda de su padre.

Nadie asistió a la fiesta organizada por la reina viuda. Cruelmente humillada y en un mar de lágrimas se dirigió a la torre para despedirse de su amante. Había tomado la firme de decisión de marcharse de la ciudad a la mañana siguiente para no volver jamás. Allí vivió intensamente su última noche, en la que hubo momentos de pasión y de tristeza compartida.

Al alba embarcó en la falúa real atracada en el muelle de la Barqueta, con unos pocos servidores y con sus hijos menores. Mientras, el infante le despedía desde las almenas de la torre, lleno de dolor, de odio y de deseos de vengarse de los que habían hecho imposible su relación.

Tras la marcha de Juana de Pointhieu, don Fadrique abandonó el reino de Castilla y durante años se dedicó a la guerra pero no en favor de su hermano el Rey, fue un mercenario de distintos ejércitos en Italia y en Túnez. Quizás buscaba aplacar su rabia o, probablemente, su propia muerte.

Mientras, su hermano el rey, se apropió de todos sus bienes, incluidas las casas de San Lorenzo, la torre de los encuentros, que se encontraba en sus jardines y las huertas que la rodeaban. En 1269 el rey entregó estas posesiones a la orden de Calatrava.

En 1271 se produjo una aparente reconciliación entre ellos. Don Fadrique volvió al reino de Castilla y el rey le devolvió dos de sus antiguas posesiones, las villas de Brenes y Albaida.

En el fondo, el rey, que posteriormente sería llamado El Sabio, probablemente nunca llegó a comprender ni a perdonar que su hermano hubiera mantenido relaciones con la viuda de su padre. Terminó acusándole de una conspiración que, probablemente, también existiera por la rivalidad que existía entre ambos, y lo sentenció a muerte.

Don Fadrique fue ejecutado en 1277 en el castillo de Burgos. Según las crónicas del propio Alfonso X fue asfixiado, según otros cronistas fue encerrado en un arca repleta de hierros afilados. Hasta que no murió Alfonso X no recibió una sepultura digna. Narra Ortiz de Zúñiga que “careciendo de honorífica sepultura, se la dio después el rey don Sancho, su sobrino, en el convento de la Santísima Trinidad”

Tras la muerte del infante, el tímpano de la puerta de su torre fue destrozado para destruir todo resto de la heráldica del desgraciado infante de Castilla que culminó su infortunio recibiendo la muerte por orden de su propio hermano.

Cuando Juana Dammartin abandonó Sevilla, se estableció en el norte de Francia, en la ciudad de Abbeville. Cinco años más tarde, en 1260, contrajo un nuevo matrimonio, en esta ocasión con el noble francés Jean de Nesles (Nielle según Ortiz de Zúñiga), con quien tuvo dos hijos.

Murió un año después de conocer la muerte del que fuera su amante, don Fadrique, el hombre que tan elevado precio pagó por su amor.

Trause.

 

 

Siete siglos y medio contemplan a este elegante y sobrio edificio. Está considerado como el primer edificio que se construyó en Sevilla tras la reconquista de la ciudad por Fernando III en 1248.

Rafael Cómez Ramos dice de él en su libro “La monarquía castellana y el arte gótico” “Es un monumento único en el ámbito de la arquitectura civil castellana del siglo XIII y se erigirá en el mejor exponente de la introducción de las formas góticas en el entorno andaluz”.

Laura Molina, del departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, considera que con esta torre entró en el Reino de Castilla un modelo arquitectónico promovido por el emperador Federico II en el sur de Italia.

Rafael Manzano dice que “Es un símbolo de poder y señorío planteado como mirador y como último reducto fortificado. Obedece a un tipo de edificio poco común en España pero frecuente en Italia y en el centro de Europa”