Los detectives salvajes de Bolaño.

Está bien esto de escribir sobre un libro que acabas de leer. Está bien, cuando has disfrutado, ya que te permite prolongar tu relación física con el libro, demorar el momento de colocarlo en la biblioteca. Yo he disfrutado mucho leyendo Los detectives salvajes, me he recreado en su lectura.  Me ha sorprendido su estructura y me ha emocionado su contenido, en especial su segunda parte. Ahora, mientras escribo, releo algunas partes, busco algunas reseñas, leo entrevistas con Roberto Bolaño. Trato de no romper, todavía, con los real visceralitas y continuar con su viaje, con su búsqueda.

 Pero, ¿de qué va esta novela?  La verdad es que resulta difícil de explicar. Desde luego no tiene nada que ver con la sinopsis de la contraportada, que me parece lamentable. Lamentable por las personas que puedan haber visto defraudadas sus expectativas si han comprado el libro esperando encontrar , tal como se dice, un “refinadísimo thriller wellesiano” y también lo siento, especialmente, por todos aquellos que hayan podido dejar de leerla porque buscaban algo distinto a “una novela donde hay de todo, amores y muertes, asesinatos y fugas turísticas…“  Un desastre de resumen. Pero reconozco que resulta difícil explicar en pocas líneas el sentido, la trama de esta obra, empezando por el mismo título.

 ¿Por qué se llama Los detectives salvajes?  Desde luego, no tiene nada que ver con crueles detectives privados y sí con jóvenes poetas que buscan un ideal y terminan encontrando una realidad prosaica que ellos mismos destruyen, obligándoles a separarse e iniciar cada uno un viaje personal por distintas partes del mundo, viaje que alcanzamos a conocer a través de los testimonios de las personas con las que se van relacionando. Son estos “personajes secundarios, los que construyen con su mirada a los principales”, como dice Mª Antonieta Flores. Es esta la mejor parte del libro, la más emocionante, donde decenas de personas cuentan sus historias. Emocionantes, sencillas, irónicas, cínicas,  idealistas, heroicas, cobardes historias, pero todas muy humanas, en las que, a menudo, la relación con los protagonistas Arturo Belano (alter ego de Roberto Bolaño) y Ulises Lima, pasa a un segundo plano.

Todos están en el límite de la desesperación, protagonistas y encuestados, pero no parecen infelices. Quizás por la propia filosofía de vida del autor, de un Roberto Bolaño al que llegó el éxito y el deterioro de su salud casi al unísono, y al que preguntaba Mónica Maristain en una entrevista, ¿ cuando has sido feliz? Roberto Bolaño le respondía que “había sido feliz casi todos los días de su vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas“.  

Uno de los personajes de la novela, Joaquín Font, decía desde un hospital psiquiátrico “Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste, para cuando estás alegre, para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer…”  

Este es un libro de personas desesperadas, próximas a la marginalidad, pero no es un libro que transmita desesperanza. Este es un libro sobre personas que aman la literatura , escrito por un autor que tiene un pésimo concepto del oficio de escritor y en gran estima la afición que tu y yo compartimos, la lectura. No en vano dijo :

Escribir no es normal, lo normal es leer y lo placentero es leer, incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”

Así que voy a dejar de castigarme, no escribo más y me pongo a leer inmediatamente.

Trause