Elegía para un americano de Siri Hustvedt

“Voy pensando que un libro nace de una insatisfacción, nace de un vacío, cuyos perímetros van revelándose en el transcurso y final del trabajo. Seguramente escribirlo es llenar ese vacío”. Así comienza Enrique Vila-Matas su libro de relatos “Exploradores del abismo” y ahí, en esa frase, creo que está una de las claves de la última novela de Siri Hustvedt, “Elegía para un americano”.

Rindiendo este homenaje a su familia, en forma de libro, ha debido sentir un gran alivio esta magnífica escritora, norteamericana de ascendencia noruega. Se habrá sentido liberada de muchos fantasmas familiares: Su padre, su tío abuelo David que vendía lápices por las calles arrastrándose sobre dos muñones... Debe haber tenido la sensación de ocupar ese vacío,  de aplacar esa insatisfacción que los Hustvedt tendrían, y a la que Vila-Matas se refiere.

El libro sigue cuatro líneas argumentales que entran en permanente contacto y que tienen un nexo común en el protagonista de la novela.

La primera es la historia familiar que vamos conociendo a través del diario que realmente escribió el padre de Siri Hustvedt, a quien pidió autorización para poderlo usar en su nueva obra pocos días antes de fallecer. La autora no ha modificado prácticamente nada de él, sólo algunos nombres para poderlo atribuir a Lars Davidsen, padre del protagonista de la novela. Conocer este dato antes de comenzar a leer el libro, predispone favorablemente. Te hace ser más indulgente con la menor calidad literaria del diario, que se ve compensada por su autenticidad.

La segunda línea, podría ser la vida del protagonista, Erik Davidsen, un psiquiatra que acaba de ser abandonado por su mujer. Su soledad, la necesidad de rehacer una maltrecha vida  sentimental, la difícil comunicación personal, tan frecuente en las grandes ciudades y que parece que sólo los niños son capaces de vencer con facilidad. Los miedos, inseguridades, deseos, fantasías, amores y desamores, tanto propios cómo de otros miembros de su familia y de los pacientes  a los que psicoanaliza en  su consulta...y los de Miranda.

Una tercera, ya explorada por Siri Hustvedt en su anterior novela “Todo cuanto amé”,  es la que nos conduce por los procesos creativos y por el conocimiento de las miserias personales de las figuras del mundo del arte y la literatura. En ésta ocasión, en el entorno del protagonista, nos encontramos con fotógrafos, actrices de cine, escritores famosos y hasta unas siniestras  artesanas de muñecos de trapo. Se mueve bien la autora en este terreno. No podría ser de otra manera estando casada con otro novelista famoso como Paul Auster y teniendo una hija cantante. Lo que no deja de ser curioso es la fijación que tiene con las “cajitas” como instrumento creativo. Ya las utilizó en su anterior novela y vuelve a hacerlo en esta.

Y de fondo...Nueva York, con su normalidad multiétnica y multicultural , con unos habitantes que tratan, todavía, de superar reservadamente la conmoción del 11S.

Hay quien define la calidad percibida cómo la diferencia entre las expectativas y la realidad y mis expectativas eran tan altas, después de leer “Todo cuanto amé” y una elogiosa reseña de Juan Manuel de Prada, que he sufrido una pequeña decepción, aún reconociendo la indudable calidad de la novela. Quien sabe, quizás alguien que pudiera leer estas líneas, con las que no pretendo, ni mucho menos, disuadir a nadie de leer el libro, rebaje “un poquito” sus expectativas y así valorará y disfrutará  mucho más leyendo esta excelente obra.


Trause.